Corrections

Tekstong galing sa Ignacio777 - English

  • CHAPTERS 8 9 10 11 12 13 14

  • CAPÍTULO 8 Todas las unidades alimentarias a lo largo y ancho del complejo, cada una ocupada por una persona, amontonadas en mi mente.
  • Fui a mi habitación, encendí la luz y me senté en la silla a pensar.
  • El zumbido del mundo.
  • —Sí, pero el caso es que papá parecía estar perdiendo su agilidad.
  • Me pregunto si sería por mí.
  • Ya sabes, los problemas por duplicado y todo eso.
  • —¡Por mi tía abuela Petunia!
  • —exclamé —, ¿a qué huele eso?
  • —El ¿y cuántos más?
  • —Sólo el viejo se eternizará.
  • Es uno de sus muchos talentos.
  • Supongo que será mejor que echemos un vistazo.
  • CAPÍTULO 9 Mi padre estaba sentado mirando la pared, en otro lugar, inalcanzable.
  • Todo ello puesto en marcha por su decisión.
  • Había decidido no irse con ella.
  • No le hizo falta contarme que ya se habían llevado abajo a Marta.
  • Estaba en su voz.
  • Quedaban solamente la sala, el sillón y el ocupante del sillón.
  • Quedaba la incómoda vigilancia del hijo.
  • Quedaban las dos acompañantes apostadas en la puerta.
  • Esperé a que alguien diera el primer paso.
  • A continuación lo di yo, cambiando ligeramente de postura para adoptar una pose más o menos formal de luto funerario, consciente de que llevaba la misma camisa y los mismos pantalones sucios desde mi llegada; los calzoncillos y los calcetines los lavaba a mano al amanecer, con gel antiséptico.
  • Facundo no tardó en levantarse del sillón y alejarse hacia la puerta.
  • CAPÍTULO 10 Me pregunté si estaba mirando el futuro controlado, hombres y mujeres subordinados.
  • Era el juego de esos dos, su multitud enardecida, y ellos formaban parte sudorosa y jadeante de ella. Los Galantes.
  • Me quedé pegado a la pared y los vi pasar a toda pastilla y alejarse corriendo por el largo pasillo.
  • Un pasillo vacío.
  • La verdad era que no había esperado ver a nadie más.
  • De regreso a mi habitación me di cuenta de que cojeaba.
  • CAPÍTULO 11 En la pantalla se lo veía sentado, sin nada para fumar, en la aterciopelada oscuridad del interior del cuarto construido en varios niveles.
  • Siente el metal cada vez más cerca y, más lejos, la fricción y la conexión; luego el surgir de los vapores y ciencias extrañas, una vibración extraña en la estructura todos los demás apretujados a su alrededor, los débiles, esas ovejas de segunda clase, todos sin fortuna y sin presente: borrachos, viejos veteranos todavía impresionados por un armamento obsoleto hace veinte años, inquietos en sus trajes de paisano, desaliñados; mujeres agotadas con más niños de los que nadie creería que pudiesen tenerse, todos amontonados entre el conjunto de cosas que deben ser conducidas a la salvación.
  • Únicamente los rostros más próximos son visibles, aunque solo como imágenes semiplateadas observadas a través de un visor, caras teñidas de verde que recuerdan las de los tipos importantes que uno ha visto alguna vez, detrás de ventanillas de coche a prueba de balas, cuando atravesaban velozmente la ciudad… Han comenzado a moverse.
  • Pasan en fila, salen de la estación principal, se alejan del centro de la ciudad y empiezan a empujarse hacia las zonas más viejas y desoladas.
  • ¿Es este el camino de salida?
  • Los rostros se vuelven hacia las ventanillas que les queda en cada pieza, pero nadie se atreve a preguntar en voz alta. Cae la lluvia.
  • No, esto no es un desenmarañarse de, sino un progresivo enredarse en: pasan bajo arcadas, entradas secretas de cemento en mal estado que parecen recovecos de un pasaje inferior… Negras superficies aterciopeladas contienen el movimiento: hay olor a madera vieja, a remotas salas por mucho tiempo vacías y que acaban de reabrirse para acoger el torrente de almas, olor a fría argamasa en la que todas las ratas murieron, de las que solo quedan sus fantasmas como pinturas rupestres, fijadas tenaz y luminosamente en las paredes… A los evacuados se les lleva por grupos a un ascensor: un andamio móvil de madera abierto por los cuatro costados, izado por viejas cuerdas alquitranadas y poleas de hierro fundido cuyos radios tienen forma de S.
  • En cada uno de los tenebrosos pisos entran y salen pasajeros… Miles de habitaciones silenciosas y sin luz… Llamó uno de los empleados de mi padre para darme los detalles.
  • La hora, el lugar y el tipo de indumentaria.
  • Era un almuerzo, pero ¿por qué?
  • Siempre soy el primero en llegar, el que se presenta antes.
  • Decidí esperar sentado a la mesa, y cuando apareció Facundo me quedé pasmado.
  • Hablamos y pedimos la comida y yo me dediqué a mirarlo a la cara, pensando en cierta palabra.
  • Yo me reí y advertí que el recuerdo seguía vivo en su mirada.
  • Estaba viendo a Marta sentada al otro lado de la mesa, a través de los años, una especie de onda, apenas discernible.
  • Llegó el vino y él se las apañó para mirar la etiqueta y después agitarlo ceremonialmente en la copa y probarlo.
  • Llegó la comida y él empezó a comérsela de inmediato mientras yo miraba y pensaba.
  • Luego le conté una historia que le hizo detenerse.
  • Le conté que su mujer, la primera, mi madre, había muerto, en casa, en su cama, incapaz de hablar ni de escuchar ni de verme al

Pakiusap, tumulong sa pagtatama sa mga pangungusap! - English